SANTA CATALINA DE GÉNOVA Y EL PURGATORIO.
Catalina Fieschi nació en Génova en una familia noble. Ya desde lo doce años deseaba fervorosamente ser religiosa como su hermana, pero fue obligada por sus padres a casarse a los 16 años con un joven por conveniencias políticas.
Fue un matrimonio sin amor. Catalina vivía sumida en tristeza por el carácter difícil de su esposo, quien pasaba las noches inmerso en la vida mundana y los juegos de azar y ella misma llegó a caer en ese tipo de vida.
Así pasó 10 años de su vida hasta que un día su hermana le recomendó que soltara todo su pesar visitando a un sacerdote para confesarse. Siguió los consejos de su hermana fue a una Iglesia y al arrodillarse ante el sacerdote “recibió —como ella misma describe— una herida en el corazón, de un inmenso amor de Dios”, con una visión tan clara de sus miserias y de sus defectos y, al mismo tiempo, de la bondad de Dios, que casi se desmayó.
Se le apareció en una visión a Jesús sufriente, cargado con la cruz, y de esta experiencia nació la decisión que orientó toda su vida, expresada en las palabras: “No más mundo, no más pecados”.
Después de esta experiencia tan viva con Jesús, la santa se dedicó a la caridad y purificación de su alma con la oración y fuertes ayunos. Fue dotada por Dios de excepcionales gracias y es contada entre las más grandes místicas.
De su experiencia personal de purificación nació su brillante “Tratado del Purgatorio” en el que describe al purgatorio no como un lugar envuelto en llamas, no es un fuego exterior como tantos pintores renacentistas lo han representado en sus cuadros, sino como un fuego interior.
“Las almas del Purgatorio son todas transformadas en la voluntad de Dios y se contentan de todo lo que El ha establecido”.
“No creo que se puede encontrar felicidad comparable a la de un alma purgante”, aun si sufre una “pena tan extremada” que no se encuentre lengua capaz de expresarla.
Sobre el pecado:
La fuente de todo sufrimiento es originado por el pecado. Dios creó el alma pura, simple, libre y con deseos para adorarlo a El. Todo esto se perdió por el pecado original y por los demás pecados actuales, aumentando el pecado y disminuyendo la comunicación y comunión con El, llenando el alma de oscuridad y apartándola de Dios.
Sobre el infierno y las almas:
Así como el espíritu purificado no encuentra reposo solamente en Dios por quien fue creada, así las almas en pecado no pueden descansar más que en el Infierno, razón por la cual tuvieron ese fin.
EL ALMA QUE VA AL PURGATORIO.
El alma cuando abandona el cuerpo y no encuentra la pureza para la que fue creada, se ve incapacitada de su unión con Dios. Catalina convencida de que solo el Purgatorio puede extirpar sus impurezas, anhela el Purgatorio para purificarse y poder presentarse completamente purificada ante el Señor.
El Señor le reveló el Purgatorio igual que el infierno, con la única diferencia que en el Purgatorio el alma ansía el purificarse para ir hacia Dios. Y en el infierno, el alma no desea purificarse ni unirse con Dios. Pero en cuanto al sufrimiento, Dios se lo reveló de igual forma.
El mayor dolor en el Purgatorio es ver que las puertas del cielo Dios las tiene abiertas para todos y que uno durante su tiempo en la vida terrenal, rechazó las purificaciones.
En el purgatorio el alma puede ver el infinito amor y la infinita misericordia de Dios y las veces que le dimos la espalda por nuestros deseos y voluntades. Entonces, el alma misma reconoce y ve que aún el Purgatorio es demostración del infinito amor y misericordia de Dios.
COMO ES EL INFIERNO Y EL PURGATORIO.
A través del Divino fuego con el cual fue purificada Santa Catalina en su vida mortal, ella pudo entender el estado de las almas del Purgatorio.
El Señor había purificado su alma en el horno de Su Amor, (a semejanza del oro, que es purificado de todas sus impurezas en el fuego) limpiando toda clase de pecado de su vida pasada, dejándola preparada para presentarse ante El.
Jesús le dijo: “El alma es como el oro, debe ser purificada en el fuego.” Durante su vida mortal, Dios la toma, la purifica y enriquece con el fuego Divino, llevándola a una alta perfección, correspondiente a su vocación y capacidad.
Le reveló también que así como el sol no puede penetrar en una superficie cubierta, así mismo también la llama de su Amor, no puede penetrar en las almas que bloquean o se resisten a recibir su Amor Purificador, pues El respeta la libertad del hombre.
El alma que no desea ser purificada en su vida terrena, y que no encuentra deleite en la purificación, tendrá que padecer una purificación más fuerte en el Purgatorio. Pues aquí en la tierra encontramos en ello complacencia y consuelo en el Señor, sentimos Su amor y protección y deseamos hacerlo por El.
Vemos todos los inconvenientes de esta vida como maneras en las que el Señor por puro amor desea purificarnos y santificarnos y realmente sentimos que estamos siendo purificados por medio del fuego del Amor Divino, encontrando en ello alivio y aceptando Su voluntad.
Las llamas con las que el alma es purificada aquí en la tierra son las llamas del Amor Divino, en el Purgatorio las llamas que queman y purifican todos nuestros pecados, no son las llamas del amor Divino por eso causan dolor, angustia; no hay compasión. Y aunque nuestro amor por el Señor crece, no quita ni disminuye el tormento que se padece, aun cuando sintamos los rayos del Amor de Dios.
LA ORACIÓN A SANTA CATALINA DE GENOVA.
Oh gloriosa Santa Catalina, que te emulaste en la piedad por la Pasión de Jesús y en el ardor de la caridad, tanto que llegaste a hacer de tu vida un continuo acto de amor por Dios y por el prójimo, vuelve a nosotros tu mirada.
Haz que en nuestros corazones se encienda por lo menos una chispa de tu ardiente amor, que arrancándonos de los lazos del pecado, nos una siempre más al Señor.
Sé todavía hoy la suave consoladora de los enfermos, obteniéndoles con la salud del cuerpo, la paz y la alegría del alma.
Extiende también tu oración sobre las almas del Purgatorio, a fin de que, cuanto antes puedan gozar la plena posesión de Dios.
Libéranos de las desgracias, aleja de nosotros todo peligro y obténnos la gracia de merecer, practicando la virtud, la gloria del Paraíso. Amén.
--santa virgen maria.com
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