martes, 1 de mayo de 2018
Honrando a la Virgen Santísima.
Honrando a la Virgen Santísima,
Glorificamos a Dios
"...Nunca pensáis en María, sin que Ella en vuestro lugar piense en Dios. Nunca alabáis ni honráis, sin que Ella con vosotros alabe y honre a Dios. María está en total conexión con Dios, y con toda propiedad yo la llamaría: la relación de Dios, que sólo existe en referencia a Dios, el eco de Dios, que sólo habla y repite a Dios. Santa Isabel alabó a María y la llamó bienaventurada porque Ella creyó, y María, el eco fidelísimo de Dios entonó: «Magnificat anima mea Domino», -Mi alma glorifica al Señor- (Lc I, 46). Lo que obró María en esa ocasión, lo repite todos los días; cuando la alabamos, honramos, amamos, o le ofrecemos algo, Dios es alabado, honrado, amado y ese agasajo lo recibe por María y en María..."
San Luis María Grignion de Montfort.
"Tratado de la Verdadera Devoción"
"Hoy comienza el mes que la piedad popular ha consagrado de modo especial al culto de la Virgen María" -expresaba San Juan Pablo II en la meditación antes del rezo del Regina Caeli del 1 de mayo de 1982- ."Al hablar de San José y de la Casa de Nazaret, el pensamiento se dirige espontáneamente a Aquella que, en esa Casa, fue durante años la esposa afectuosa y madre tiernísima, ejemplo incomparable de serena fortaleza y de confiado abandono. ¿Cómo no desear que la Virgen Santa entre también en nuestras casas, obteniendo con la fuerza de su intercesión materna, como dije en la Exhortación Apostólica "Familiaris consortio", que "cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una 'pequeña Iglesia', en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo" (n. 86)"
"Para que esto suceda, -agregó San Juan Pablo II- es necesario que florezca nuevamente en las familias la devoción a María Santísima, especialmente mediante el rezo del Santo Rosario. El mes de mayo, que comienza hoy, puede ser la ocasión oportuna para reanudar esta hermosa práctica que tantos frutos de compromiso generoso y de consuelo espiritual ha dado a las generaciones cristianas, durante siglos."
"Que el Rosario vuelva a las manos de los cristianos y se intensifique, con su ayuda, el diálogo entre la tierra y el Cielo, que es garantía de que persevere el diálogo entre los hombres mismos, hermanados bajo la mirada amorosa de la Madre común."
VIRGO FIDELIS
San Juan Pablo II
Homilía en la Catedral de México. 26 de enero de 1979
Queridos hermanos y hermanas.
"...De entre tantos títulos atribuidos a la Virgen, a lo largo de los siglos, por el amor filial de los cristianos, hay uno de profundísimo significado: Virgo Fidelis, Virgen fiel. ¿Qué significa esta fidelidad de María?
¿Cuáles son les dimensiones de esa fidelidad?
La primera dimensión se llama búsqueda. María fue fiel ante todo cuando, con amor se puso a buscar el sentido profundo del Designio de Dios en Ella y para el mundo. “ Quomodo fiet? -¿Cómo sucederá esto? ”, preguntaba Ella al Ángel de la Anunciación. Ya en el Antiguo Testamento el sentido de esta búsqueda se traduce en una expresión de rara belleza y extraordinario contenido espiritual: “ buscar el Rostro del Señor ”. No habrá fidelidad si no hubiere en la raíz esta ardiente, paciente y generosa búsqueda; si no se encontrara en el corazón del hombre una pregunta, para la cual sólo Dios tiene respuesta, mejor dicho, para la cual sólo Dios es la respuesta.
La segunda dimensión se llama acogida, aceptación. El “quomodo fiet” se transforma, en los labios de María, en un “fiat”. Que se haga, estoy pronta, acepto: éste es el momento crucial de la fidelidad, momento en el cual el hombre percibe que jamás comprenderá totalmente el cómo; que hay en el Designio de Dios más zonas de misterio que de evidencia; que, por más que haga, jamás logrará captarlo todo. Es entonces cuando el hombre acepta el misterio, le da un lugar en su corazón así como “ María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón ” Es el momento en el que el hombre se abandona al misterio, no con la resignación de alguien que capitula frente a un enigma, a un absurdo, sino más bien con la disponibilidad de quien se abre para ser habitado por algo – ¡por Alguien! – más grande que el propio corazón. Esa aceptación se cumple en definitiva por la fe que es la adhesión de todo el ser al misterio que se revela.
Coherencia, es la tercera dimensión de la fidelidad. Vivir de acuerdo con lo que se cree. Ajustar la propia vide al objeto de la propia adhesión. Aceptar incomprensiones, persecuciones antes que permitir rupturas entre lo que se vive y lo que se cree: esta es la coherencia. Aquí se encuentra, quizás, el núcleo más intimo de la fidelidad.
Pero toda fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración. Por eso la cuarta dimensión de la fidelidad es la constancia. Es fácil ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo de toda la vida. El “fiat” de María en la Anunciación encuentra su plenitud en el “fiat” silencioso que repite al pie de la cruz. Ser fiel es no traicionar en les tinieblas lo que se aceptó en público.
De todas les enseñanzas que la Virgen da a sus hijos, quizás la más bella e importante es esta lección de fidelidad..."
SANTO ROSARIO
Antonio Boggiano
Les invitamos a leer y meditar el libro digital "SANTO ROSARIO" escrito por Antonio Boggiano (autor de "EL AMOR QUE ES SER AMADO. THEOLOGIA CRUCIS ET GLORIAE".)
El libro digital "SANTO ROSARIO" lo pueden descargar desde la siguiente dirección de nuestro sitio Virgo Fidelis
http://www.virgofidelis.info/El.Santo.Rosario.pdf
En la introducción el autor expresa:
"Estas son, o pretenden ser, meditaciones. Es claro que uno no suele meditar a solas, lo cual es difícil y expuesto al solipsismo.
La meditación viva requiere un interlocutor. Una persona o varias. Un libro o varios. Hay una sola persona con la que podemos meditar a solas, en lo secreto, sin que lo hablado pueda divulgarse. Nos busca por todos los caminos, las ciudades, por todos lados. Es Dios.
Se dirá: pero hablar con Dios no es cosa fácil. Debe haber requerimientos muy especiales. Podemos hablar con Dios. Él nos enseña a orar. Nos presta atención. También hay libros que nos enseñan a hablar con Dios.
Meditar también es dialogar con alguien con quien se piensa un asunto.
Es verdad, con Dios es distinto. Dios “habla a los hombres como amigos y se entretiene con ellos, para invitarlos y admitirlos a la comunión con El” Dei Verbum, n. 2.
¿Qué es esto? Cristo nos habla con palabras humanas de Dios. ¿Quién no entiende la parábola del buen samaritano?
¿Cómo ocurre eso? Por la venida de Dios a nosotros para “entretenernos y admitirnos a la comunión con Él”.
Viene con la Encarnación. Dios se hizo hombre. Siendo Dios realmente, tomó la naturaleza humana para poder hablarnos y enseñarnos. Y redimirnos Es Él. ¿Lo creemos? Si no lo creemos no nos detendremos a hablar con Él o tal vez, sí. Pero sin creer le diremos: “ven otro día y te escucharemos” como le dijeron los griegos a Pablo, apóstol, enviado por el Salvador.
Si creemos diremos como Pedro: Tú eres el Cristo. Y allí Dios nos llevará con su Palabra que es Él, por nuestra vida.
El tema de nuestra conversación con Él será nuestra vida. Nuestra vida termina en la muerte. “Nuestras vidas son como ríos que van a dar a la mar”. La muerte es el único verdadero interrogante del hombre. Por eso Schopenhauer decía que era la diosa de la filosofía. ¿Qué será de mí?
Pero la bibliografía es inagotable.
Nos enfrentamos, nos anticipamos a ella con la Palabra de Cristo que nos dice: Si estás unido a mí, no morirás.
¡Que majestuoso es esto!
Es lo más grande: tú no morirás. Tendrás una vida eterna y feliz.
Pero hay algo que nos pide: que estemos con Él. Se dirá, hablar con Dios es ya estar con Dios… Si… pero ha de ser un hablar de unión, una comunión, una participación. ¿Y cuál es esa unión? “El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mi”. Cristo nos une con su Cruz, con la de Él que debemos tomar como nuestra. Nuestra vida con Cristo es una vida con cruz: la suya, que nos participa. Nos da tristeza pero ésta se convertirá en alegría perdurable. Es una promesa. ¿Creemos?
Recordemos a Jesús en el Huerto. “Triste está mi alma hasta la muerte”. Todo el mal de la historia pesa sobre el alma justa de Jesús.
Jesús sabe lo que le espera “Si puede ser…”. Pero Él sabe que no puede ser. No puede pasar de Él el cáliz de su Pasión Redentora. La gloria de la Resurrección vendrá, después…
¿Cómo será el tiempo para Dios? Para el Dios encarnado hay una tristeza de ahora… del huerto.
¿Cómo fue Señor? Tú, más que nadie puede comprender nuestra tristeza y dolor.
Ayúdanos señor. Danos la gracia de estar contigo en nuestro dolor. Que nuestro dolor sea tu dolor. Si pudiera ser, que estén juntos, porque nuestra alma también está triste. Sólo Tú puedes introducir nuestra alma en la vida trinitaria; en el “Abba, Pater”.
Debemos hablar con Dios de nuestras tristezas, miedos, angustias, ahogos, derrotas y fracasos grandes. Él podrá decirnos: las conozco, las llevé en el huerto, en la flagelación, en la cruz. Conozco tus dolores, tus miedos. Y también tus pecados. Créeme que todo lo que dices lo padecí por ti. Y nos dirá nuestro nombre. Ten ánimo, algunas cosas me han gustado. Nosotros no lo sabemos. Podemos atisbar pero, ¿saber? No lo creo. Podremos ir adelante y decirle: Tengo miedo de todas las cosas malas que he hecho y las buenas que he hecho mal. Él dirá: No temas. Dime todo. Llévalo a la penitencia cotidiana. Tus ejercicios físicos –que te disgustan-, hablar con dulzura a quienes te atacan. Perdona a todos contra quienes tengas quejas… y así íntimamente seguirá nuestra oración con Dios. Hablaremos de las pérdidas que todos padecemos.
Esta oración puede también versar sobre los misterios del Santo Rosario.
Para ello me he valido de unos pocos libros que serán citados solo con el nombre del autor y las páginas: Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, BAC Madrid 2015, Ocariz, Naturaleza, Gracia. Gloria, EUNSA, Pamplona 2000."
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